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miércoles, 25 de agosto de 2010

Fiesta Privada

Chris la atrajo hacia sí para que se apoyara más contra él. Julie había cruzado las piernas, lo que la dejaba abierta al suave asalto de la mano masculina, que se deslizó por el muslo de la joven para atormentarla entre las piernas.
—Ya estás mojada —murmuró—, pero vamos a ver si podemos calentarte también.
Julie ahogó un grito y apoyó la cabeza en el hombro de Chris. La boca de este capturó los quejidos de la joven, los dedos masculinos se deslizaron por su hendidura y la abrieron para dejar el botón duro de su deseo a merced del suave ataque de Chris.
Un dedo se deslizó por la entrada del cuerpo de Julie y dibujó un círculo al salir, extendiendo así la suntuosa humedad de la joven, que se mezcló con el agua salada y cálida del mar Caribe.
Julie empezó a gemir cuando Chris la acarició primero con dulzura y después cada vez con más presión. La mano de la joven se deslizó con gesto inconsciente para coger la muñeca de la otra mano que le envolvía con firmeza la cintura. Julie tiró de esa muñeca y le subió la mano hasta que la palma de Chris le envolvió un pecho.
—¿Qué quieres que haga? —le susurró él, acariciándole con la lengua el lóbulo de la oreja.
A Julie no le salían las palabras. Era extraño que después de todo lo que habían compartido ella todavía pudiera sentir vergüenza. Pero era tan decadente, estar allí fuera, a plena luz del día.
—Dímelo —dijo Chris al tiempo que detenía las caricias entre las piernas de Julie.
Julie le sujetó con la otra mano la muñeca e impidió que la mano masculina abandonara su puesto entre sus muslos.
—No pares. —Cualquier sentido de la modestia que pudiera quedarle no era rival para la intensidad del deseo que la invadía.
—Dime cómo quieres que te toque —repitió Chris.
Julie tragó saliva. Y luego, en voz tan baja ¿fue apenas podía oírse ella misma, se lo explicó.
—Tócame los pezones.
Los dedos de la mano izquierda de Chris rodearon con suavidad el pezón izquierdo de la joven, provocándolo, dándole golpecitos, en una caricia que solo alimentó la frustración femenina.
—¿Así?
—No.
—¿Entonces cómo?
Julie cerró los ojos bajo el sol, bajo la vergüenza que amenazaba con superar la necesidad que sentía de decirle exactamente lo que quería y cómo.
—Pellízcalos —murmuró. Y después, con voz más firme—. Pellízcame los…
Se le quebró la voz en un gemido satisfecho cuando él la obedeció y tironeó con firmeza del duro botoncito.
—¿Es todo?


—Tócame… —gimió Julie— entre las piernas, como antes. —Cubrió el dorso de la mano que descansaba entre sus piernas y la apretó contra su sexo basta que él ejerció la presión que ella ansiaba—. Ah, así —murmuró cuando los dedos masculinos se deslizaron por la piel resbaladiza que cubrían—. Dentro —le rogó Julie con un grito cuando sintió la deliciosa sensación de los dedos que la abrían todavía más—. Más aún.

Julie se retorció contra él y continuó jadeando palabras de aliento. Los dedos de Chris se hundieron y la penetraron mientras clavaba la palma contra el monte de Venus de la joven. Una última y firme caricia y Julie se corrió, estremecida contra él. Chris la sostuvo contra su cuerpo, la sujetaba con un brazo mientras la acariciaba con la otra mano hasta que le arrancó hasta el último temblor del cuerpo.


Fiesta Privada
Jami Alden

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