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viernes, 20 de agosto de 2010

Seducción

—Quítate la camisa —gruñó él, su voz tenía un tono enigmáticamente peligroso.
Terrie sintió como se humedecía su entrepierna, sus pezones se endurecieron cuando él los recorrió otra vez con la mirada.
—Jesse, esto ha ido demasiado lejos —Negándose al deseo de hacer exactamente lo que él le ordenaba. Maldita sea, no debería de excitarse tanto ante su autoridad. Su vagina no debería arder por el deseo, ni su cuerpo debería estar tan desesperado por que él la tocara.
Las manos de él fueron a su camisa. Ella observó, casi gimiendo mientras él rápidamente la sacaba de su pantalón y comenzaba a desabotonarla.
—Quítatela, o la desgarraré. Será lo mejor. Cuando te lleve a la cama te quiero desnuda, cubierta solo por mis caricias.
Ella se estremeció, la humedad se deslizaba traidoramente de su vagina, espesa y caliente, preparándola.
—¿Qué pasa contigo? —susurró ella jadeantemente cuando él arrancó la camisa de sus hombros y la dejó caer descuidadamente al suelo.
Sus ojos ardían de deseo ahora, mientras la miraba.
—Quítate la camisa, Terrie —dijo con voz acaloradamente áspera—. No hagas que te lo repita otra vez, porque prometo que no te van a gustar las consecuencias.
—¿Vas a violarme? —preguntó ella, aunque sabía que si la tocaba, cedería voluntariamente.
Él sonrió. Con un lento y erótico movimiento de sus labios que la dejaron sin respiración.
—¿Sería violación, nena? —le preguntó, con un suave tono de suficiencia—. No lo creo. Sé que tu coño está ya listo, goteando por tu pierna. Creo que necesitas que te lo hagan rápido, duro y con rudeza. Y estoy más que listo a dártelo.
Terrie sintió que la sangre rugía por sus venas. La lujuria, caliente y adictiva, pareció flotar en el aire con un olor picante, echando vapor entre ellos. El deseo carnal llenó la expresión de Jesse y se mostraba en cada línea y en cada músculo de su cuerpo. Una rápida mirada a su entrepierna le mostró una enorme protuberancia que hizo que su boca se secara. Duro, rápido y rudo. Las palabras hicieron que su coño se estremeciera, empapándola por el deseo. Él no tenía ni idea de cuánto lo quería realmente, lo necesitaba, lo ansiaba. A él.
Él extendió sus manos, y antes de que ella pudiera evitarlo, agarró la camisa, tirando del material hasta que los botones se esparcieron en todas direcciones y la dejó desnuda ante su fija mirada. Jadeando, Terrie retrocedió. Sus ojos se abrieron de par en par, su cuerpo ardía tan profundamente que la aterrorizó.
—Dios mío —Su voz quedó estrangulada cuando clavó la mirada en sus muslos, en los desnudos contornos de su coño y en el aro de oro que perforaba su clítoris. —Hija de puta, Terrie. ¿Puede haber algo más sexy que ese aro? No puedo esperar a ver lo que te provoca cuando lo tenga en mi boca.
Su clítoris palpitó, su matriz se contrajo con tal fuerza que la dejó sin aliento, asustada por la fuerza de su excitación. Antes de que pudiera cambiar de opinión salió corriendo Escabulléndose alrededor de él, corrió a toda velocidad hacia el piso de arriba, consciente de que él la seguía de cerca.


El aliento salía desesperadamente de su pecho mientras subía hasta la dudosa seguridad de su cuarto. Podría encerrarse con llave, y sumergirse en una bañera llena de agua fría. Seguramente eso enfriaría la lujuria que atravesaba su cuerpo.
La atrapó en la puerta. Un brazo rodeó su cintura mientras el otro cerraba de golpe la puerta detrás de ellos. Jesse la sostuvo sin esfuerzo alguno, ignorando el esfuerzo que hacia ella de resistirse a él, arrancó la camisa de su cuerpo, luego le permitió abandonar sus brazos.
—¡Bastardo! —se volvió hacia él, deseando estar tan enfadada como aparentaba.
Los labios de él se torcieron en una sonrisa.
—No he oído salir la palabra «No" de tus labios, Terrie —gruñó él, sus manos fueron a los botones de su pantalón—. Déjame oír como dices que no. Vamos, nena, te desafío.
Mientras lo contemplaba en estado de shock, él se quitó el resto de su ropa. Erguido ante ella, majestuosamente desnudo, su polla sobresaliendo de su cuerpo dura y gruesa por el deseo. Terrie se quedó sin aliento. Él era puro músculo y ansiosa lujuria.
—Esto es una locura —jadeó ella, sus pechos se volvieron pesados mientras él miraba fijamente sus pezones endurecidos con intensa sexualidad.
Ella podría sentir el peso del aro en su pezón y su clítoris, rozándola sensiblemente en cada zona.
—No, esperar tanto tiempo fue una locura —gruñó él—. Esperar que tú olvidaras la estupidez de Thomas y ver cómo te deseaba desesperadamente fue una locura. Pero me he vuelto condenadamente astuto y estoy a punto de hacer algo al respecto ahora.
—¿Y si no quiero? —preguntó ella desesperadamente. Como si eso fuera posible.
—Oh, quieres —le dijo él, acercándose con paso majestuoso mientras ella retrocedía—. Ese bonito y desnudo coño que tienes, brillando por los flujos vaginales, no dice lo mismo. Y estaré más que feliz de dártelo.
Ella sabía que él tenía razón, pero maldita sea, no debería estar tan seguro de sí mismo.
—Deberías esperar hasta que se te ofrezca —dijo ella, tratando de burlarse.
Él se rió. La vibración baja y profunda de su risa atravesó su coño. Demonios, pensó ella, era un caso perdido. Retrocedió cuando él intentó acercarse, solo para chocar contra la cama. Él se detuvo, a pocos centímetros de ella, mirándola con una lasciva y carnal mirada mientras la rodeaba. Sus ojos se abrieron completamente cuando vio las medias de seda que él sujetaba en su mano. Medias que ella no había dejado allí el día anterior después de quitárselas.
Terrie tragó con dificultad. Tenía miedo de lo que podía estar pasando por la mente de él en ese momento.
—Túmbate en la cama —ordenó él bruscamente.
Lo miró con los ojos entrecerrados. La sangre recorría su cuerpo velozmente, por el deseo y por la prohibitiva potencia de su deseo.
—Oblígame —gruñó ella. No estaba de humor para someterse a nada.
Oh oh. La satisfacción iluminó sus ojos con un resplandor de lujuria tan intensa que casi la quemaba.
—Puedo hacerlo —le aseguró, la oscuridad de su voz era demasiado atractiva—. Pero nunca te echarás atrás, Terrie. Una vez saborees lo prohibido, necesitarás más.
Y él era prohibido. Lo miró, con un terror sensual que la atravesaba en oleadas ¿Podría ella manejarlo? Siempre había sabido que no podría, Así que, ¿Qué demonios hacia ella ahora?
Cuando ella lo miró, se apartó de ella abruptamente, dirigiéndose rápidamente hacia su armario. Los ojos de Terrie se abrieron cuando él comenzó a abrir los cajones, uno tras otro, hasta que encontró lo que buscaba. Se quedó sin aliento cuando regresó a ella, con otro par de medias en la mano.
Ella tragó con dificultad.
—Túmbate en la cama —volvió a ordenarle.
—Como ya te he dicho; tendrás que obligarme —se preparó para resistirse a él.
Su coño ardía, quemándola con el deseo. La necesidad sexual llenaba su expresión, sus ojos chispeaban mientras calibraba su estado de humor. Entonces, él sonrió otra vez.
Terrie se apartó rápidamente de la cama. Antes se condenaría que hacérselo fácil. Pero temía que no hubiera resistencia. Sus brazos la rodearon, su cuerpo más pesado y musculoso la controló con facilidad cuando intentó resistirse. Lo pateó, jadeando mientras sus manos se agarraban a sus duros brazos que rodeaban su cintura mientras la empujaban hacia la cama.
Ella maldijo; Jesse solo se rió entre dientes. Él la lanzó a la cama, esquivando sus puños y sus pocas entusiastas patadas mientras él sujetaba primero una muñeca y luego la otra a las barras metálicas de la cabecera de la cama con las sedosas medias. Cuando lo consiguió, se movió a sus pies.
Terrie pateó sus manos, su cuerpo saltaba sobre la cama para evitar que sujetara a la cama sus pies con las suaves medias.
Cuando él terminó, ambos respiraban dificultosamente, llenando el cuarto con el olor aplastante de la primitiva necesidad sexual. Entonces se apartó de ella, agarrando con una mano su polla, masajeándola mientras la observaba.
—He soñado con esto —gruñó él—. Viéndote abierta ante mí, incapaz de luchar contra mí, incapaz de negarme.
—Pervertido —gruñó ella.
Él se rió entre dientes.

Seducción
Lora Leigh

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